lunes, 22 de marzo de 2010

elogio felino.

Lo vi, directo a los ojos. Fue en ese momento cuando comprendí. Él era yo, y yo, el. Todos éramos parte de un todo, pero específicamente él era … era un hombre, un ser humano encerrado en un cuerpo de animal, un gato. Y pasa que los gatos tienen almas humanas, son cárceles. Eso logre entenderlo con la ayuda del tiempo, aunque algo sospechaba.
Cuando lo vi todo fue muy claro, muy celeste. Intentaba comunicarse con miradas hacia tanto tiempo... y yo , ingenuamente indiferente, lo rechazaba con caricias y palabras tontas. Pero fue ese día, cuando por alguna razón azarosa (como esa manzana que cayo violenta, escupiendo una verdad roja antes del “Eureka”), o seducido tal vez por el verde pigmento de sus ojos, lo vi fijamente, y mantuvimos la mirada fija y desafiante cuando supe que el había sido una persona como yo, y que tal vez (mi suerte lo decida en algún futuro), siga los mismos pasos de sus patas. En una mirada me contó todo, una mirada que duro a penas unos segundos. Supe que fue un hombre, que tuvo una familia. Que un percance, una muerte no correspondida termino en sus manos (o mejor dicho, por ellas). Hubo desesperación, hubo juicio y veredicto. Supe que algo más allá del entendimiento nos juzga. Que todos somos lo mismo en diferentes lugares y tiempos, somos la misma “alma”. Y ese algo lo condeno y lo encerró en ese cuerpo ágil, de verdes ojos y de instinto inquieto. Todos fuimos hombres y seremos gatos, todos los gatos fueron hombres. La mirada de los felinos es semejante a la de los humanos, por que ellos entienden, y son concientes de que no pueden salir de sus cárceles de piel y pelo. Que están condenados a cazar palomas y ratones durante largo rato, a esquivar autos, pelear con perros y rendir culto a la luna. Intentando alcanzar las estrellas cada noche, merodean entre ellos, entre maullidos de pena y redención, intentando llegar a donde realmente pertenecen. Y mientras se ven entre ellos y se entienden (y ahora cuando los veo también yo lo hago), esperan ese día, donde mueran, y cuando tal vez su esencia vaya finalmente a las estrellas, con sus semejantes, a descansar. Y mientras afrontan al tiempo, y se deshacen de sus 9 vidas, esperan pacientes ese día en que los demás se den cuenta del castigo, en los que reflexionan por sus crímenes. Y mientras esperan, solo les queda dormir y ronronear.

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