lunes, 22 de marzo de 2010

un absurdo y caluroso día de agosto.

Fue un día de agosto cuando por fin decidí ir a ese lugar, a esa persona de la que tanto me habían hablado: El Oráculo. Como pude conseguí 50 pesos y me dirigí sin pensarlo, como cuando uno se tatúa, que paga en la caja y no hay vuelta atrás. Me tome el 152 y me baje en Cabildo y Juramento. Camine interminables cuadras entre el mar de gente que se movía y chocaba violentamente como las olas en enero. El calor derretía el aire aunque era pleno invierno, y me di cuenta que la mayoría de las personas camina sin pensar, y varias sin sentir nada. Caminar se transformaba en un acto de inercia. En una misma calle un hombre se bajaba de un Mercedes Benz, una familia constituida por una madre y dos hijos, tirados en la puerta de un edificio pedían un par de monedas para comer, un hombre (o mujer) disfrazado ridículamente de caricatura repartía indiscriminadamente volantes a mansalva, una pareja de adolescentes se besaba como si fuera el ultimo día de sus vidas, un taxista puteaba a otro taxista, y las palomas caminaban tan seguras como las personas por la calle. Que mundo ridículo.
Mientras caminaba pensando en no pensar, tratando de dejar de lado en mi cabeza la injusticia social, el desamor e intentando prender un cigarrillo, sentí que muchas cosas comenzaban a perder el sentido. Cosas que antes eran obvias, ya no lo eran tanto.

Cruzó la calle sin mirar, como era de costumbre hacia ya un par de meses. Cuando por fin pudo prender su cigarrillo (el encendedor casi no tenia gas), había llegado al lugar. Así que se sentó en la vereda y lo disfruto falsamente, tosiendo un par de veces. Alguien que paso al lado suyo le pidió fuego y él le regalo el encendedor. Hacia tanto calor ese día de agosto que los pájaros se tiraban con los perros a la sombra, a descansar y respirar. Y dentro del caos había cierta armonía a las 3 de la tarde. Pensó: todo es horrible o terriblemente bello...
Se fijo si tenia aun la plata en el bolsillo, afirmativo. Toco el timbre del depto. D. La puerta se abrió sola, ninguna voz se presento a dar indicaciones. Saludo al guardia en la entrada.
Voy al depto...-, le dijo justificándose sin razón.
Lo se-, dijo el guardia mientras reía –los únicos que vienen a este departamento van al depto. D. Luego de ese comentario el guardia se sumergió nuevamente en la lectura de su diario. Él siguió por las escaleras (le daban pánico los ascensores) hasta el depto. D.

Toqué la puerta y al primer golpe ésta se abrió. No había nadie, por lo menos cerca de la puerta. Entré despacio, con miedo y vergüenza. Con la típica pregunta de “¿quién me mando a venir acá? Después me acordé quien, todos mis conocidos. Habían hablado maravillas de este tal Oráculo. Que era diferente a todo, que era más que un psicólogo, que un consejero, que un brujo o un tarotista. Y teniendo en cuenta que con los psicólogos, ni los tarotistas, ni con nadie había conseguido resultados en algo, no me pareció una mala idea probar con esto. Aparentemente el tipo había nacido en Argentina y a los 25 años había tenido una especie de revelación mística. Un día de la nada dejó su trabajo en un banco y salió a recorrer el mundo, desde Nepal a Gibraltar, desde Australia a Noruega. Lo que siempre variaba en las descripciones era el aspecto físico. Algunos me habían dicho que tenía una barba que llegaba al piso, otros que era pelado pero muy alto, uno me comento que era tan viejo que tenia arrugas sobre la arrugas, pero todos coincidían en la misma dirección. De todas formas para mi sorpresa, era una mujer.

Recorrió el estrecho pasillo. Las paredes eran ocre, el techo blanco y el piso de madera marrón oscura. No habían cuadros colgados. No había picaportes en las puertas, por el simple hecho de que no había puertas. Llego a un cuarto, aparentemente el principal, donde encontró por fin una mesa tapada con un mantel y dos sillas. Se escuchaba música en el cuarto, lo raro era que no había a la vista algún equipo, pero la música provenía de ese lugar. Sonaba la quinta de Bethoven.

Mientras esperaba parado (no me animaba a sentarme), y decía al aire un tímido “¿hola?”, mire el reloj. Las 3:02.

Sentáte, ya estoy con vos, ¿querés algo para tomar? ¿cerveza, café, agua?-, dijo una dulce voz desde algún lugar dentro de ese lugar.
Tímidamente respondí que agua, si no era molestia.

Una mujer se acerco con dos vasos y una jarra hacia la mesa. Sentate por favor, me dijo en un tono dulcemente imperativo. Yo seguí la orden hipnotizado. Era muy bonita, tendría alrededor de 30 años, pero era una mezcla de experiencia joven y frescura acumulada en los años. No podía dejar de verla a los ojos. Ella sabia el efecto que producían sus ojos en las personas seguramente y no dijo nada, solo se limito a dedicarme una sonrisa como diciendo “lo sé, suele suceder”.
Nos quedamos un rato en silencio, y aunque la situación era bastante extraña no me sentía incomodo. Ella me miraba, a veces fijo, a veces desprevenidamente y a veces simplemente me miraba. Era como si leyese en mi cuerpo, o en el caso de tener alma, en ella.
Después de 5 minutos rompió el silencio.

Ella: ¿Sabés por que estás así?
Yo: supongo que no, supongo que es por lo que vine acá.
Ella: vos no viniste por eso, vos viniste por que tus amigos te lo recomendaron y vos solo seguiste las órdenes, ni siquiera lo cuestionaste, solo te dejaste arrastrar por la corriente.
Yo: (silencio)
Ella: ¿querés que sigamos?
Yo: no veo por que no...
Ella: ¿si o no?
Yo: sí, quiero.
Ella: mirá, veo en vos que no esta todo bien, es más, que hay cosas bien nomás. Pero sos extraño, especial o raro, no puedo definirte. Hay gente que viene y se delata: falta de amor, depresión por alguna estupidez, se siente feo, se siente inseguro, perdió el trabajo, la confianza, duda de su sexualidad, pero a vos no te encuentro en parámetros.
Yo: ¿y eso es bueno o malo?
Ella: eso es extraño, solo eso.
Yo: creo que estoy más perdido que antes de entrar acá.
Ella: ¿y que esperás encontrar acá justamente?
Yo: respuestas.
Ella: ¿a que preguntas?
Yo: mejor dicho, primero espero encontrar las preguntas indicadas y después las respuestas.
Ella: Ah, interesante.
Yo: la verdad no se, no se, tal vez tiene razón y vine por inercia, tal vez no debería haber venido.
Ella: pero tranquilizate, acá nadie nos corre. Acá el tiempo es nuestro, y si es nuestro y lo controlamos no hay lugar para la desesperación.
Yo: ¿te molesta si fumo?
Ella: Para nada, ¿me convidas uno? Esperame que busco un cenicero.
Yo: ...y fuego por favor..el mío se lo regale a un desconocido..

Se paro lentamente, mostrándome casualmente su escote, hasta ese momento tampoco había notado que llevaba una pollera corta. Abrió una ventana pequeña y se sentó nuevamente con una sonrisa repetida. Le alcance un cigarrillo y nuestros dedos rozaron un instante eterno. Y nuestras miradas chocaron, y nada volvería a ser igual desde ese momento en adelante.

Ella: ¿en qué estábamos?
Yo: en que el tiempo es nuestro.
Ella: sos extraño, pero me gusta.
Yo: gracias.
Ella: enserio, debes pensar que se lo digo a todo el mundo por mi condición, pero es verdad, hace el intento de creerme.
Yo: lo hago.
Ella: ¿cuantos años tenés?
Yo: 23.
Ella: es raro, parecés de más o de menos, pero no de 23.
Yo: no se si decir gracias..
Ella: ja, esta bien, no digas, hay momentos en los que no hay que decir.
Yo: ¿por qué te dicen el Oráculo?
Ella: ¿así me dicen? Que gracioso, la gente me dice de cada manera... No se la verdad, tal vez por que después de pasar por acá algunos se darán cuenta cual es el camino que tienen que tomar, se me ocurre.
Yo: y esos caminos, los que vienen después, ¿suelen ser los indicados?
Ella: no sabría decirte con certeza. Se que muchos se van contentos de acá. Digamos, con una sonrisa. Pero los caminos que uno elige son responsabilidad de cada uno. De todas formas la vida es muy corta, el tiempo afuera de este cuarto corre, a veces demasiado rápido, y no hay tiempo de probarlos todos. Uno elige lo que tiene al alcance, lo que cree que es correcto y le gusta, si están bien o mal nadie lo va a saber nunca, la única certeza es que por lo menos eligió un camino.
Yo: Suena lógico.
Ella: ¿cuál es tu mayor preocupación?
Yo: no lo se, tal vez no tener preocupaciones...
Ella: ¿tu mayor sueño?
Yo: carezco de sueños.
Ella: ¿tu recuerdo mas atesorado?
Yo: borre todos mis recuerdos, y mi futuro.

Comenzó acariciándole la mano, le saco el cigarrillo de entre los dedos, y dirigió la mano temblorosa a su rostro. Siguió por acariciarse con las manos del joven.

Ella: ¿qué sentís?
Yo: vida.

Paso la mano por su corazón. Éste latía fuerte y seguro. Luego por su cuello e hizo que la ahorque suavemente.

Ella: ¿y ahora?
Yo: miedo.

Se acerco y rozó sus labios con los de él. Lo besó durante 7 segundos, besó sus mejillas, mordió sus orejas, lamió su pelo.

Ella: ¿ahora?
Yo: que encuentro algunas preguntas...

Lo acostó en el piso, y lo desvistió lentamente, tomándose su tiempo en cada botón de la camisa. Se movía como serpiente. Y a veces miraba hacia al cielo raso, como un ángel pidiéndole perdón a dios por disfrutar del pecado, como si no hubiese otra alternativa.

Me sentía extraño, perdido dentro de un cuarto de cuatro metros. Disfrutando de ese absurdo, que antes me hacia sufrir y ahora me hacia sentir. Ninguno me había dicho nada parecido, pero no podía pensar.

Luego de un rato, los dos, acostados en el piso y fumando veían el techo, tratando de encontrar algo más dentro del color blanco, mas no lo había.
Ella se dio vuelta y lo vio unos instantes, jugo con su pelo, lo besó ruidosamente en la mejilla y volvió a ver el techo.
El mundo es demasiado absurdo.

Yo: ¿No creés que el mundo es absurdo?
Ella: a veces sí, ¿pero lo decís por algo en especial?
Yo: no se, creo que todo lo que veo es absurdo. La gente quiere conocerse chateando, hay gente con mucho dinero y gente con demasiado poco, hoy por ejemplo es pleno invierno y el calor sofoca. Y además vine a buscar preguntas acá y me llevo respuestas.
Ella: supongo que es un mundo complejo, y que podemos decidir en pensarlo o vivirlo. El absurdo es parte de la realidad, a veces las cosas “absurdas” me suelen dar más sentido que lo racional.
Yo: ¿te puedo hacer una pregunta, con miedo de pecar de idiota?
Ella: decime.
Yo: ¿vos sos el oráculo? No se como explicarlo, pero mis amigos y conocidos, todos me dieron descripciones diferentes, que eras un hombre alto, o pelado, o con barba...

Ella sonrió y lo miró con ternura de madre y de amante. Con una mirada que se alejaba del mundo, por no ser absurda.
Le acaricio el pelo.

Ella: mi destino es ser lo que vos quieras, lo que necesites. Recorrí el mundo, descubrí personas, aprendí a ver el mundo a mi manera. Intento ayudar a la gente dentro de mis posibilidades, no soy un ángel ni una bruja. Pero puedo ser una alternativa.

Por primera vez en el día sonreí, y me sentí lleno de.... vida. Si todo era absurdo o no, no importaba.

Yo: Creo entonces que cumpliste tu trabajo, me siento bien.
Ella: me alegro. Igual me di cuenta, lo vi en tu cara. Es la primera vez desde que entraste que sonreíste.
Yo: es verdad, también lo había notado, creo que es la primera vez que sonrío en días, o meses...
Ella: intenta hacerlo mas seguido. Las chicas se fijan mas en los chicos que sonríen...
Yo: gracias por el concejo.
Ella: de nada, es gratis.

La besó, se paró y comenzó a vestirse con una prisa tranquila. Mientras la veía en el piso, fumando y exhalando el humo hacia el cielo. Parecía como que no esperaba esa reacción, era muy orgullosa como para decir “quedate”. Se limitó a no mirarlo y a ver el cielo raso con cierta ofensa. Todo el tiempo que le tomó vestirse él la miro, y se dio cuenta que lo imposible es posible por momentos. Cuando por fin ella lo miró, había tanta ternura y agradecimiento en esos ojos jóvenes, que desistió y le sonrió. Lo besó en el aire.
El dejo los 50 pesos sobre la mesa y se fue.

Cuando salí, cerré la puerta y de casualidad noté que el depto. de enfrente también era el D.
Baje corriendo las escaleras por costumbre, salude al guardia que ni lo notó y al salir al exterior vi a un hombre que me llamó la atención. Tenía barba, era pelado, viejo y muy alto, vestía de negro, casi como un cura. Me vio sorprendido como por hablarme, pero no lo hizo, en cambio vio el reloj. Yo también lo hice. Eran las 3:33.

Tuve la extraña sensación al caminar por la calle de que me sentía vivo después de tanto tiempo. Me parecía perfecto que haga calor, aunque sea agosto y que los pájaros convivan con los perros como hermanos. Que los taxistas se puteen, y que haya pobres y ricos.
Mientras cruzaba la calle, mirando el cielo como si fuera un ángel agradecido a un dios en el que no creo, no le di importancia a los detalles, solo me perdí en el sol, y en su efecto hipnóticamente cegador.

Cuando el auto freno era demasiado tarde. El cuerpo voló desprendiéndose de la vida en el aire, durante unos segundos, durante varios metros.
Ella escuchó el ruido pero no le dio importancia, en esa zona siempre se escuchaban frenadas.
El cuerpo golpeó el piso violentamente, y los pájaros y los perros despertaron de sus siestas. Una chica empezó a gritar, el chico que la besaba como si fuera el último día de su vida quedo petrificado.
Mientras caminaba perdida en su cuarto, encontró el documento del chico tirado en el piso. Se vistió lo mas rápido que pudo y en parte agradecida por la excusa miro al cielo raso agradeciéndole a su dios por la excusa. Corrió las escaleras con la esperanza de alcanzarlo en algún lugar cercano.
El transito se detuvo, un policía vino corriendo, los taxistas dejaron de putearse por un rato, y los ricos y los pobres se acercaron a mirar con los mismos ojos. Por sobre el charco rojo, casi negro, yacía el cuerpo del joven.
Le llamó la atención tanta gente aglomerada al lado de la puerta del edificio, y recordó al instante la frenada. Corrió hacia el núcleo, haciendo a un lado a la gente que era como olas dentro del calor de ese día-mar. Cuando llegó vio lo que temía.
El cuerpo del joven estaba inmóvil, con los ojos hipnotizados en el sol.
En sus ojos vivos, caía una lagrima de un amor que no llego a ser, por que nunca se dijo.
En sus labios muertos, se dibujaba la sonrisa de haber llegado a sentir la vida.
Un hombre alto, viejo, pelado y con barba, movía la cabeza de un lado al otro, lamentándose.
Ella tiró el documento junto a la sangre y al cuerpo y subió lentamente, resignada a su depto. Cuando llegó, sacó la D de la única puerta de su guarida, corrió el mantel de la mesa, y apagó el equipo de música dejando lugar solo al silencio de sus lagrimas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario